Era un hombre ya anciano, con el rostro curtido por el paso de los años, por el sol que lo había acompañado en su labor de campesino. Estaba frente a un ordenador, tecleando con suma agilidad. Su historia con la informática era la de otros tantos. Hacía tan sólo unos pocos meses, paseaba por el parque, solitario. Echaba de menos a sus amigos, que ahora pasaban más tiempo con aquellos chismes. Últimamente no hablaba con nadie, se sentía viejo y abandonado. Pensaba que ya no era útil, pues su familia apenas lo visitaba. Ellos argumentaban que, entre el trabajo y los niños, no disponían de tiempo suficiente. Pero el anciano acabó creyendo que sólo era una carga. De pronto, un día especialmente soleado, uno de sus amigos le dijo que por qué no se compraba un ordenador. El respondía que no le veía el interés, aunque en el fondo tenía curiosidad. Aunque, al mismo tiempo, sentía vergüenza. No acertaba a explicarlo, pero horas más tarde, se decidió por entrar a un centro. Había oído hablar de él, se llamaba Guadalinfo, y resulta que era una comunidad digital para todos los andaluces. Sus servicios eran gratuitos, cosa que también le animó. Se acercó con timidez al hombre que se encargaba de todo aquello, quien le atendió amablemente. A partir de entonces, acudió diariamente, coincidiendo con varios conocidos. Se enteró de que podía contactar con su familia, ya podía ver más a menudo a sus queridos nietos. Cada día que pasaba se sentía más feliz. Poco después, su hijo le dio la noticia de que había encontrado un nuevo trabajo a través de internet, y se mudaría cerca de allí. Al final, no tuvo otra que sentirse afortunado por haber decidido adentrarse en ese mundo virtual, algo que había alegrado de nuevo su vida.
Esta historia pretende animar a que los más reticentes a emplear esta herramienta se decidan a ello, puesto que supone una gran utilidad para todo lo que se pueda imaginar.
Marta González Requena.
Centro Guadalinfo de Órgiva(Granada).
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